Coruniversitaria, Corporación Universitaria de Ibagué
Facultad de Ingeniería de Sistemas

Gustavo Martínez Villalobos

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Para pensar...

El amor más grande del mundo!

 
El día que mi hija nació, en verdad no sentí gran alegría porque 
la decepción que tenía parecía ser más grande que el acontecimiento 
que representaba tener un hijo. Yo quería un hijo varón.
A los dos días de haber nacido fuí a buscar a mi esposa que lucía 
pálida y mi hija radiante y dormilona. En pocos meses me dejé cautivar por 
su sonrisa y por el negro de su mirada penetrante; fue entonces cuando 
empecé a amarla con locura, su carita, su sonrisa y su mirada no se apartaban 
ni un instante de mi pensamiento. Todo se lo quería comprar. La miraba en 
cada niño o niña, hacía planes, todo sería para mi hija.
Pasaron los años y una tarde estaba la familia de paseo a la orilla de 
un rio cerca de la casa y la niña pregunta a su papá mientras todos
escuchábamos: "papi....cuando cumpla quince años, ¿cuál será mi 
regalo?"
Pero mi amor.....si apenas tienes diez añitos, ¿no te parece que falta 
mucho para esa fecha?
 
Una mañana su padre esperaba a su hija a la salida del colegio; ella 
tenía catorce años, él se veía muy contento y esa sonrisa no se apartaba de 
su rostro, con orgullo mostraba a sus amigos el registro de calificaciones de
su hija, eran notas impresionantes y los estímulos que le habían escrito 
sus profesores eran realmente conmovedores. Su hija ocupaba todo el 
espacio de su casa, en la mente y el corazón de su familia, especialmente 
el de su PADRE.
 
Un domingo muy temprano fuimos a misa, ya instalados en nuestros asientos 
vimos cómo mi hija fue cayendo lentamente sobre el banco y casi perdió 
el conocimiento. La tomé en mis brazos y la llevamos al hospital. Allí
permaneció por diez días y fue cuando me informaron que mi hija 
padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón.
 
Una mañana estaba en el hospital al lado de mi hija cuando ella me
Pregunta: .....papi .... ¿voy a morir...?...
No mi amor, no vas a morir, DIOS que es tan grande no permitirá que
muera lo que más he amado en la vida.
Respondió la hija: ¿se va a algún lugar después de morir?... ¿se puede ver
desde arriba a las personas que uno ama?.... ¿se puede volver?
Bueno hijita, en verdad nadie ha regresado de allá, pero si yo  
muriera no te dejaría sola; estando en el más allá buscaría la manera de 
comunicarme contigo, me ayudaría del viento para venir a verte, sentirías que 
estoy a tu lado cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese 
tus mejillas.
 
Pasaron los días  y mi hija se ponía más grave, necesitaba  un corazón 
pues el de ella no resistiría más. Dios mío ..... ¿dónde hallo un corazón?, 
decía el padre.
 
Ese mismo mes su hija cumpliría quince años. Fue entonces cuando
consiguieron un donante, las cosas iban a cambiar; el fin de semana ya 
su hija estaba operada, todo salió como los médicos lo habían
planeado....éxito total. Sin embargo, su padre no había regresado más 
al hospital. Su mamá, con los ojos llenos de lágrimas y temblando, le 
entregó una carta escrita por su papá que decía:
Mi gran amor, al momento de leer esta carta ya debes tener quince años 
y un corazón fuerte latiendo en tu pecho. No puedes imaginarte ni
remotamente cuánto lamento no poder estar a tu lado en este instante y 
poder abrazarte. Cuando supe que ibas a morir sentí que yo también moriría
contigo, y me preguntaba qué podía hacer para evitarlo. Finalmente, 
decidí que la mejor manera de hacer algo por ti era darte respuesta a una
pregunta que me hiciste cuando tenías diez años; decidí hacerte el 
regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho, te regalo mi vida entera sin
condición alguna, VIVE  hija mía!....vive!... TE AMO mi niña y siempre te
amaré. Además, quiero que sepas que cada mañana estaré a tu lado, ya 
que eres lo más grande y hermoso que DIOS me ha dado. 
Su hija lloró desconsoladamente día y noche. A la mañana siguiente fue 
al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá y lloró como nadie lo 
había hecho; luego susurró: papi....yo también te amo aunque nunca te lo 
dije, por eso comprendo lo importante que es decir "TE AMO", y te pido 
perdón por haber guardado silencio. En ese instante, las copas de los 
árboles se movieron suavemente y cayeron sobre ella algunas flores; 
sintió que un suave viento rozó su cara y una brisa fresca besó 
cálidamente sus mejillas. Alzó la mirada al cielo sintiendo una paz 
inmensa y dió  gracias a DIOS.
Se levantó y caminó hacia su casa con la alegría inmensa de saber 
que lleva en su corazón  "EL AMOR MÁS GRANDE DEL MUNDO".



 


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Profesor Gustavo Martínez Villalobos
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Ibagué, Tolima, COLOMBIA